¿Los niños no deben leer y escribir antes de los 6 años?

Estudio revela que los niños no deben de leer antes de los 6 años, ¿por qué? ¡Te contamos!

Cada país tiene sus propias reglas en cuanto a la iniciación de leer y escribir de los niños. Países de referencia mundial en educación, como Finlandia, establecen la edad de los 7 años como la mejor edad para iniciar a los niños en la lectura y la escritura, mientras que otros como España inician a los niños en esta práctica en edad más temprana de 5 a 6 años por regla general.

 

La escolaridad enmarca a todos los niños dentro de un patrón, como si todos aprendieran a la misma edad y con la misma dificultad. Pero la realidad es que no todos los niños son iguales. Hay niños que a los 5 y 6 años aprenden sin dificultad a leer y escribir, muchos de ellos se inician incluso altamente  motivados por sí mismos y en estos casos no debe frenarse su motivación, al contrario, es una muestra de que el niño está motriz y psicológicamente preparado.

 

Otros ven con dificultad esta iniciación y el apuro de los padres y maestros solo les aleja de la motivación, pudiendo causar algún retraso a largo plazo.

 

De acuerdo con especialistas en el tema, la edad promedio de maduración motriz para la lectura y escritura es la edad de los 7 años, por lo que países como Finlandia no tienen problema en esperar. Si se va a meter a todos los niños en un patrón, lo conveniente es que sea aquel que más beneficie a la mayoría.

 

Si el niño antes de los 6 años ya está preparado, no debe existir ningún problema en su iniciación ni en su futuro escolar. Sin embargo, si al niño se le forza sin que esté preparado aún, se pueden correr los siguientes riesgos:

 

Pérdida de la motivación por la lectura y la escritur

 

Baja autoestima y miedo de afrontar sus propias dificultades

 

Sentimiento de culpa y bloqueo de aprendizaje

 

Ansiedad por el estudio y rechazo al aprendizaje formal

 

Retraso escolar en el futuro

 

Sin embargo, es normal que los padres quieran seguir las instrucciones que indican sus maestros, o se sientan preocupados de no involucrar al niño en este aprendizaje cuando los demás lo están haciendo. Así que, sin duda, este es un problema que necesita elevarse a otras instancias como las políticas públicas educativas de cada país, con el fin de llegar a un consenso social. Dicho consenso sería lo más deseable para lograr un equilibrio educativo y unas prácticas que beneficien a los más pequeños lo máximo posible.