Padres e hijos

Ayúdalo a comunicarse

¿Le podemos ayudar a expresarse? Sí, sólo tienes que estar ahí para escucharlo.

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¿Le podemos ayudar a expresarse? Sí, sólo tienes que estar ahí para escucharlo.

Incluso antes de nacer estimulamos la comunicación con nuestro hijo. El día que damos unos golpecitos en la barriga y nos los devuelve, estamos trabajando ya el desarrollo del lenguaje. ¿Por el sonido, por el ritmo? No. El lenguaje, antes que palabras, es un profundo deseo de entrar en contacto con otro. Sin anhelo de comunicarnos no hay lenguaje. Y el bebé está deseando comunicarse. Desde que nace gira su cabeza al escucharnos, busca nuestra mirada cada vez que nos acercamos, sonríe cuando lo hacemos y se emociona si repetimos los sonidos que acaba de gorjear. El pequeño llega listo para aprender a hablar, y en los primeros meses sabrá distinguir ruidos (a través del oído) y después a emitirlos de forma adecuada tras muchas horas de ensayo. En poco tiempo habrá adquirido un rudimentario lenguaje con el que se comunicará con nosotros, aunque sea en su idioma.

 

Concurso de imitación

 

Nos sentamos juntos en el piso y enfrente colocamos a tres animales de peluche (o dibujos de algunos) que conozcamos bien y cuyos sonidos sean sencillos de imitar: una vaca, una oveja, un pato y un perro nos servirán. Podemos empezar a movernos en torno a los animales como ellos mismos se moverían, y comenzamos a recitar una sencilla rima: «La vaca hace muuuuuuuu, la oveja hace beeeeeeeee, el perro hace guau, guau. ¿Qué sonido hace? usted?», le preguntamos, señalando a una de las piezas. Este juego le divertirá más a medida que se acerque al año de vida.

 

Club de lectura

 

A partir de los ocho o nueve meses les gustan los libros si pueden manipularse como juguetes, tienen solapas o incluyen cosas de su vida diaria (un pijama, un chupón, etc.). Los de animales también tienen mucho éxito. Se trata de leerle el libro; pero, más que nada, de escuchar lo que el pequeño tiene que decir, respetar la velocidad a la que pasa las páginas, fijarnos en los detalles en los que se detiene, nombrar los objetos sobre los que pone el dedito?

 

Los libros son la excusa perfecta para poner al día todos sus conocimientos: señalar, nombrar, imitar, hacer preguntas, reír, etc. Todo junto hará que nuestro pequeño empiece a convertirse en un buen lector, aunque en este momento no sepa decir ni una sola palabra.

 

Nuestra canción

 

Nos sentamos en una alfombra y tumbamos al bebé sobre nuestras rodillas, asegurándonos de que ve bien nuestra cara. Elegimos una canción infantil que nos guste y se la cantamos. A partir de los nueve meses podemos pedirle que «rellene» los huecos con sonidos onomatopéyicos o gestos. «¡Agáchate!», entonaremos, dejando el espacio de la «te» para que él o ella la diga. Agacharse o dar palmadas también le ayudan en la integración del lenguaje.

 

Las canciones infantiles repetidas una y otra vez proporcionan a los niños una estructura lingüística que, a fuerza de oírla, pueden integrar con facilidad e insistir más tarde; cuando ya saben hablar. Es muy importante la entonación y el entusiasmo que ponemos en las melodías.

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