Padres e hijos

Mamitis, ¿es sano o no?

Los besos y caricias que le damos a nuestro bebé nunca son demasiados. ¡Mímalo mucho!

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Los besos y caricias que le damos a nuestro bebé nunca son demasiados. ¡Mímalo mucho!

No hay estudios que hablen de los males de los niños «sobreapapachados». Sin embargo, sí existen (y muchos) los que demuestran las carencias ?en todos los sentidos? con las que crecen las personas que no tuvieron contacto físico cariñoso en los primeros meses de vida. Para el bebé es una necesidad como el comer o el dormir, y lo normal es que a los papás les nazca por instinto responderle tomándolo en brazos, acunándolo, besándolo? los cariños forman parte de su desarrollo, y frases como, «este niño tiene mamitis» o «cuantos más brazos le des, más va a pedir», no tienen ningún sentido.

Cerquita para sobrevivir 

Para muchos expertos, los primeros meses del bebé son la continuación del embarazo, por lo que ese tiempo debería ser lo más parecido a una gestación extrauterina, recreando en la medida de lo posible las condiciones que el pequeño tenía cuando estaba en la pancita de mamá: «Es importantísimo que el bebé sea llevado en brazos o con algún portabebés, masajeado con nuestras manos como lo hace el líquido amniótico, que escuche nuestros latidos y nuestra voz como cuando estaba dentro. El contacto continuo con el chiquitín por parte de la madre hace que se pongan en marcha una serie de reacciones hormonales que facilitan la crianza», explica la consultora de la lactancia Rosa Sorribas. El contacto físico con la madre no sólo garantiza la supervivencia del nene. Durante los primeros meses de vida se sientan las bases de nuestro desarrollo emocional: ¿somos confiados, tirantes, con una buena autoestima? Parece increíble, pero muchas de estas cualidades pueden estar determinadas por la forma en que nos trataron los primeros meses de vida. «Desde la concepción hasta el primer año tras el parto, el pequeño está desarrollando el cerebro primitivo, lo vegetativo, lo instintivo. Es lo que se conoce por periodo crítico- biofísico, la etapa en la que más daño psicológico puede sufrir un ser humano. Son las bases de lo que vamos a ser toda nuestra vida. Si se gesta un apego seguro, el niño crecerá desde la seguridad y la autoestima», explica la psicóloga infantil Laura Perales.

Besos que enseñan 

Cuando besamos y abrazamos a nuestros hijos no sólo los estamos nutriendo emocionalmente. Si el amor es el motor que hace aprender a nuestro pequeño, el contacto físico cariñoso es la gasolina que lo hace trabajar. «El funcionamiento del cerebro durante el primer año es más rápido y extenso de lo que se conocía, y el desarrollo cerebral es más sensible a factores ambientales de lo que se pensaba. La influencia del medio ambiente a temprana edad deja huellas para siempre», cuenta Victoria Peralta en su libro El mundo del bebé (Ediciones Novedades Educativas). Basta con observar al niño pequeño jugando para comprobar que la seguridad y el apego están íntimamente relacionados con el aprendizaje. Julio está jugando en la sala. Acaba de descubrir que puede meter los aros en una pirámide; de vez en cuando para, busca a su mamá con la mirada y sigue explorando contento cada vez que ella le devuelve la mirada con una palabra cariñosa. Sin embargo, en el momento en el que ella se va a la cocina y el peque la busca con la mirada y no la encuentra, interrumpirá el juego o romperá a llorar si no la ve o no escucha su voz. «El cerebro se desarrolla en mejores condiciones cuando criamos con afecto. Cada vez que abrazamos, besamos o cargamos en brazos a nuestro bebé se genera oxitocina y endorfinas, asociadas al placer. Además, tanto las endorfinas como la oxitocina favorecen que se desarrollen y refuercen las conexiones neuronales en las áreas relacionadas con la inteligencia, el pensamiento y el lenguaje. Pero lo más importante es que no hacerlo incide negativamente en el crecimiento cerebral, por ejemplo, con atrofia del hipocampo. Los niños que no reciben afecto tienen un cerebro un 20 o 30% menor que los que sí lo reciben», añade Laura Perales.

Foto: Shutterstock

 

 

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