Padres e hijos
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EN ESTAS VIVENCIAS NUNCA SOBRAN LOS ABRAZOS, BESOS, APAPACHOS… APROVECHA CUALQUIER OPORTUNIDAD PARA RECORDARLE A TU HIJO QUE LO AMAS.

Por: Judith Celis Edición: Jessica Rubi López Cervantes Foto: iStock

Los niños también pasan vivencias que los hacen “sufrir por amor” (si no se quieren juntar con él en la escuela, si una niña “le gusta”, si murió su perrito…). Aquí te orientamos para ayudar a tu hijo en tales casos.

Es común que ciertas situaciones que viven los niños nos parezcan intrascendentes y muchas veces consideremos sus reacciones como exageradas. Sin embargo, importa mirar sus experiencias infantiles desde una perspectiva empática y asertiva con sus circunstancias. Recuerda que justamente una de las tareas de los papás es orientar a sus hijos para que sepan reconocer sus emociones y gestionarlas frente a cada una de las vivencias que empiezan a construir. Además, como su bagaje de experiencias previas es limitado, se les dificulta ser realistas u optimistas, por lo que tu papel es compartirle esa sabiduría de vida que tú ya has generado al paso de tus años.

Si logras comprender la consecuencia que tienen las vivencias que comparte tu hijo (sin importar cómo lo haga: con palabras, berrinches, enojo, llanto…), podrás acompañarlo en sus avances y retrocesos paciente y amorosamente, también ayudarle a poner en palabras las emociones que lleguen a perturbarlo y no sepa comprender, así como a salir fuerte de las situaciones que viva. Te compartimos algunas ideas para hacerlo.

MI MEJOR AMIGO SE VA A OTRA ESCUELA

Para los niños es de vital importancia contar con un par que avale y exalte sus experiencias como valiosas, lo que cimenta y fortalece su autoconcepto. ¡Qué difícil perder al compañero y testigo de lo que pasa! Porque cuando dos mejores amigos se separan, cada uno vive cierta flaqueza: pierden temporalmente las cualidades que encontraron en el otro; tal sería el caso de dos amigos que funcionaban muy bien juntos, pues mientras uno de ellos era hábil para generar y mantener buenas relaciones sociales y le simplificaba el proceso de vinculación al otro, el segundo era capaz de solucionar fácilmente cualquier tema académico, motivando a su amigo en gran cantidad de ocasiones a esforzarse, progresar y sobresalir junto con él. Entonces, cuando esta fructífera dupla se separa, por algún tiempo, cada uno de los amigos se siente mermado o incapaz en aquella función que su amigo lo complementaba.

RECOMENDACIÓN: en la medida de lo posible, que este tipo de sepa- raciones sea bajo una planeación de por lo menos dos meses de antelación; de tal suerte que tu hijo sea capaz de verbalizar sus emociones a lo largo de varias semanas, también de mostrar su agradecimiento y afecto hacia su amigo, así como de llevar a cabo actividades en conjunto con el niño que se va, como “nuestra última vez”. La finalidad de esto es que tu niño asimile del mejor modo, paulatinamente, la separación y pérdida que vivirá.

SE PERDIÓ/MURIÓ MI GATO

Los duelos tienden a ser complejos de manejar para los niños, pero si se agrega la sensación de injusticia (tipo “¿por qué me pasó a mí?”) o el sentimiento de culpa (“si hubiera estado más atento, esto no hubiera pasado”), es más probable que el duelo se complique y prolongue.

RECOMENDACIÓN: es importante que, como papás, busquen excluir el sentimiento de culpa en el niño; puedes decirle algo como: “Amor, tú eres un niño, era mi responsabilidad como adulto verificar que la puerta estuviera cerrada al sacar el coche, no tuya; en verdad lo siento mucho”, “Hijo, estamos seguros de que eres una buena persona y que no lo hiciste con una mala intención, no olvides que te seguimos amando igual que siempre”. Es indispensable que los niños sientan que sus padres comprenden su pesar y que ellos los ayudan en cualquier iniciativa que tengan para compensar lo sucedido. Eso quiere decir que si tu niño quiere hacer letreros y pegarlos por toda la colonia, salir a buscar al gato o perro por las calles aledañas, construir una barda de madera o agregar un seguro a la puerta de salida, entre otras cosas, necesita que lo apoyen de manera entusiasta y empática.

Al mismo tiempo, durante todo el proceso de aceptación de su pérdida será necesaria la contención física (a través de la presencia, los abrazos y la cercanía corporal) y la contención emocional (que lo ayuden a traducir lo que siente), poniendo en palabras todas aquellas ideas y sentimientos que está viviendo y le está costando trabajo expresar: “Comprendo que te sientas triste, cariño”.

MIS COMPAÑEROS EN LA ESCUELA NO QUIEREN JUNTARSE CONMIGO

Es común que los niños manifiesten este tipo de situaciones escolares, sobre todo antes de los siete años. Se debe a que cuando son pequeños muchas veces prefieren jugar más solos que acompañados, también porque sus habilidades sociales están apenas en desarrollo, por lo que muchas veces se les dificulta negociar o ceder, ponerse de acuerdo en realizar una actividad que complazca a todos. Además, generalmente son poco asertivos para manejar sus emociones, se muestran poco empáticos hacia las necesidades de los otros y tienden a ser muy concretos en la manera de decir las cosas.

Todo esto suele ocasionar que si dos niños no se pueden poner de acuerdo en definir quién será el policía y quién será el ladrón durante un recreo, uno de ellos termine diciéndole al otro que ya no quiere ser más su amigo o que nunca más quiere jugar con él. No es que eso sea verdad, es que fue la única forma en la que pudo expresar su desagrado momentáneo. Por otro lado, durante la primera infancia los niños están aprendiendo a identificar sus gustos y a definir su personalidad, por ello es común que por un rato gocen de jugar con cierto niño, pero después pierdan interés al percatarse de que son más parecidos a otros y les agrade más realizar ciertos juegos con ellos. El problema es que los niños tienden a interpretar esta vivencia como un rechazo de los demás.

RECOMENDACIÓN: necesitas explicarle a tu hijo por qué suceden estas situaciones para que sepa vivirlas de manera más realista, que logre comprenderlas como algo natural y no un rechazo. Platícale situaciones de tu propia infancia con las que se sienta identificado y esperanzado, también dale opciones de qué decir y cómo actuar, qué permitir y qué no.

QUIERO MÁS A MI MAMÁ QUE A MI PAPÁ

Es común que la cercanía con ciertas figuras de importancia (como padres, hermanos o abuelos) vaya cambiando. En un primer momento, mamá lo es todo para el niño pequeño; alrededor de los nueve meses de vida se esperaría que empiece a comprender que existen más personas además de ella y que en ese momento sea papá quien tenga relevancia.

Para que esto suceda, es importante que exista una mami capaz de dejar de ser el “todo” para su hijo y que integre de manera vivaz y saludable al padre en la dinámica cotidiana del pequeño. El papá también debe poner de su parte y tolerar los vaivenes normales de todo niño durante el proceso de separación materna; etapa en la que es común que los niños empiecen a buscar, cada vez más, pasar tiempo con él, ya que están listos para lidiar con su personalidad más tosca y desenfadada, cualidades que buscan sumar a su identidad en desarrollo. Tiempo después, los niños empezarán a sentirse más identificados con alguno de sus padres buscando cimentar ciertas cuestiones de género, es decir, aprender cómo se es un hombre o cómo se es una mujer. Y así, durante toda su vida, los hijos experimentarán temporadas en las que se sientan más necesitados de la cercanía de papá o mamá.

RECOMENDACIÓN: es importante que ambos papás permitan este tipo de relaciones diferenciadas; por supuesto que deberán tolerar muchas veces quedar excluidos y evitar a toda costa la generación de culpa entre ellos y en su hijo. Recuerden que es sano permitirle a su niño la expresión genuina de su verdadero ser y de sus emociones.

 

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