Colocar al niño en el torso desnudo de mamá favorece la creación de un vínculo intenso. Es el principio pero puede determinar muchas cosas para tu bebé
Al poco tiempo del parto, madre e hijo inician una relación íntima y exclusiva. No importa que ella sea primeriza ni que el recién nacido parezca una criatura desvalida. Tampoco es decisivo que haya venido al mundo en un parto vaginal o por cesárea. La naturaleza les dotó a ambos los mecanismos necesarios para que puedan empezar a conocerse, entender uno al otro y quererse desde el primer instante.
Nueve meses de espera y, por fin, el bebé está aquí
El cambio es tremendo. El recién llegado debe adaptarse a la vida fuera del protector útero materno. Y mamá tendrá que asumir un nuevo rol y aprender a cuidar de esa personita que ha traído al mundo. Para que ambos se acomoden cuanto antes a la nueva situación, y se establezca una buena relación de apego, lo mejor es que estén piel con piel desde el primer momento. La toma de contacto en el parto es esencial para establecer el vínculo afectivo.
Por eso, si no hay una causa médica que justifique la separación, en muchas ocasiones se coloca al bebé sobre el torso desnudo de la madre tras haber despertado, se le coloca boca abajo, evitando luces directas o ruidos. Después, se tapa a ambos con una manta de algodón dependiendo de la temperatura de la sala, todo ello en un ambiente tranquilo, permitiendo que junto a la madre esté el padre o la persona que ella elija. En las cesáreas con epidural, si la mujer y el niño están bien, también se procura facilitar ese primer encuentro. En ese momento sólo es necesario identificar correctamente al recién nacido y medir la puntuación del test de Apgar.
Por otro lado, si no se ha cortado el cordón umbilical, aún le llegará oxígeno desde la placenta y realizará poco a poco la primera respiración sin el estrés de ser privado de oxígeno de una forma brusca. El cordón se puede cortar más tarde, cuando deje de latir o cuando el recién nacido ya respire con fluidez. Por otra parte, si la madre es trasladada a otro lugar, debería hacerlo con el bebé sobre su torso desnudo y bien tapados para evitar enfriamientos.
Tips: Muchos papás deciden entrar a la hora del parto y participar de cerca en la llegada del bebé al mundo. El vínculo padre-hijo también es importante y éste es un buen momento para empezar a consolidarlo. ¡Enhorabuena, papá!
Necesidad de protección
El calorcito materno le ayuda a mantener la temperatura corporal adecuada y a estabilizarse, le aporta seguridad y lo relaja. Está comprobado: los recién nacidos que pasan el periodo posterior al parto encima de su mamá lloran menos.
Ya en ese encuentro inicial, mamá y bebé siguen unas pautas de comportamiento innatas que favorecen el vínculo afectivo. Es como si ambos hablaran un mismo lenguaje: la mamá recibe al pequeño, lo sostiene y abraza contra su pecho y, con frecuencia, instintivamente lo coloca sobre el lado izquierdo, donde late su corazón. El nene reacciona acurrucándose y mostrando tranquilidad.
La mirada del recién nacido refuerza el instinto maternal, desde el primer instante surge un gran deseo de proteger y cuidar al nuevo ser. Hay una explicación fisiológica: el contacto físico estrecho madre-hijo hace que la mujer segregue oxitocina, la llamada hormona del apego. Diversos estudios han demostrado que esta sustancia (la misma que provoca las contracciones uterinas) favorece la expulsión de la placenta, estimula la salida de la leche y juega un papel decisivo en la interacción de la madre con el recién nacido.
En estado de alerta tranquila
Tras el nacimiento, el bebé parece entrar en un estado de alerta tranquila. Es un llamado periodo sensitivo, probablemente provocado por el estrés del parto. En este lapso, que dura cerca de dos horas, el pequeño suele tener los ojos abiertos, está tranquilo, apenas llora y se muestra muy sensible y receptivo a los estímulos afectivos que recibe del entorno: al calor de mamá, a sus caricias, a su voz?
Si no hay interferencias, el contacto visual madre-hijo en el posparto inmediato suele ser muy intenso. La nueva mamá mira con ternura a su pequeño y éste le devuelve la mirada. Incluso, es posible que siga con la vista los movimientos de ella e imite sus expresiones faciales. Aún hay más: por increíble que pudiera parecer, a las horas de haber nacido el pequeñín es capaz de distinguir la cara de su mamá de la de otras personas.
La mirada del recién nacido provoca en ella fascinación y cariño. A menudo, esa primera mirada se recuerda como el instan te preciso en que nace el amor maternal.
Después del intercambio de miradas, la mayoría de las madres actúa de un modo similar. Cuando contempla a su hijo por vez primera, lo examina siguiendo una secuencia muy, muy parecida: primero acaricia sus manitas; después, sus brazos; luego, toca su espalda y, a continuación, sus piececitos. Al final,abraza todo su cuerpo. Todo un ritual cargado de afectividad.
Con mamá
Cuando separan a un bebé de su madre tiene un momento de sobresalto y desamparo en el que reacciona de un modo lógico: pidiendo aquello que necesita de la única manera que puede, llorando. Al principio moderadamente, luego con creciente angustia y desesperación. Los bebés no tienen aún sentido del tiempo, y la ausencia de la madre o persona de referencia significa un terror absoluto, no saben que va a volver.
Pasado un momento, el nene va dejando de llorar, no porque se haya calmado o se porte bien, sino por un mecanismo de autorregulación para preservar las constantes vitales, para no morir por perder toda la glucosa y temperatura de su cuerpo. Los pediatras que atienden neonatos temen mucho los efectos de la hipoglucemia sobre el cerebro del niño, y precisamente la separación la provoca, porque llorar consume glucosa y energía. El cortisol, hormona del estrés que se produce con el miedo, también es muy tóxico para las células cerebrales de un ser aún inmaduro.
Llega un momento en que el chiquitín llora suavemente y de modo mantenido, pero ya no grita. Es porque ha entrado en una fase (descrita por los científicos) de desesperación, en la que se activan los mecanismos de supervivencia, y a nivel psicológico ya no espera respuesta. Parece que esta condición conlleva un aprendizaje negativo para el futuro sobre el modo de reaccionar a las experiencias de abandono. Al fin, el bebé deja de llorar y, habitualmente, se duerme por agotamiento y para re ducir al mínimo el consumo energético.
Las personas que lo cuidan reafirman su idea de que es bueno dejarle llorar.
Y así se inicia un círculo en la forma de atender al niño que, lejos de ayudarle, sólo fomenta su inseguridad y miedo. Pero, está demostrado que ?entre otras cosas? estar en contacto con mamá tiene estas dos ventajas:
1 Regula mejor la temperatura
El lugar más reconfortante para el bebé es, sin duda, el regazo materno. Cuando el niño está en contacto piel con piel con su madre se siente protegido y no suele llorar, por lo tanto, no pierde su temperatura.
Además, cuando un chiquillo tiene exceso de calor, la temperatura del tórax de la madre baja de manera espontánea y, al contrario, sube si el nene estuviera algo frío. En los primeros meses, el cuerpo de mamá es una incubadora perfecta y le facilita al bebé la capacidad de regular el calor o frío.
2 Mejora sus constantes vitales
Si el pequeñín está bajo los efectos del estrés; la inmunidad, tan importante para prevenir infecciones en un ser aún inmaduro, se deteriora y bajan las defensas. Los ruidos, las luces potentes, ser despertados para tomarles la temperatura… todo esto aumenta el estrés de los niños.
Tip: La mirada del recién nacido suele reforzar el instinto maternal, el deseo de proteger y cuidar al nuevo ser. La responsable es la oxitocina, una hormona que aumenta con el contacto temprano madre-hijo.