Padres e hijos
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Muchas veces los padres tienen que recurrir a una niñera para cubrir su horario de trabajo, o simplemente para tener algo de tiempo libre. Pero además de ayudar, ella tiene la función de participar en la educación de los niños cuando no estás, de ahí que sea importante que sepas elegirla. Te compartimos los siguientes criterios:

En busca de la “Nana” ideal

Un mes antes de finalizar la incapacidad por maternidad es un plazo prudente para empezar a buscar una niñera. Los familiares, compañeros, vecinos o amigos con niños son una valiosa fuente de información. Quizá puedan recomendarte a alguna persona que trabajó en su casa cuando sus hijos eran muy pequeños o a alguien conocido suyo y que merezca su total confianza.

Una buena cuidadora, además de experiencia comprobada, debe tener capacidad de resolución ante cualquier imprevisto y, ante todo, ser muy responsable. Si ha tenido a su cargo a bebés pequeñitos, mucho mejor, por supuesto, pero no es una condición imprescindible. Lo verdaderamente importante es que le gusten los niños y que disfrute su trabajo.

Durante la entrevista puedes preguntarle si sigue manteniendo relación con los niños que ha cuidado, si guarda fotos suyas, si volvió a visitarlos alguna vez… Son datos que revelarán hasta qué punto se involucra con «sus niños», si se limita simplemente a cumplir su papel o se convierte, de verdad, en una segunda madre para ellos. Infórmate si esta persona ambiciona un trabajo estable o sólo busca una fuente de ingresos, sin importarle demasiado qué oficio sea. Otro factor que conviene considerar es lo cerca o lejos que viva de tu casa.

Una decisión pensada

Antes de tomar una decisión lo mejor es hablar con varias solicitantes y examinar con atención, no en el mismo momento de la entrevista, los pros y contras de cada una de las candidatas. Las mamás tienen un sexto sentido y suelen captar en seguida si el trío madre-bebé- cuidadora manda la señal de que puede funcionar. Es algo instintivo en lo que, curiosamente, también participa el bebé.

El acercamiento entre el bebé y la cuidadora debe iniciarse, como mínimo, dos semanas antes de tu regreso al trabajo. Y mejor aun si concedes al niño y a su futura cuidadora un plazo de tres o cuatro semanas para consolidar su relación. Al comienzo es mejor que la niñera observe cómo lo cambias o le das el biberón, qué pautas sigues para tranquilizarlo o acostarlo en su cuna, etcétera.

Más tarde debe ser ella quien, en tu presencia, inicie el tú a tú con el bebé. No conviene que se estrene en un momento clave (el baño, el biberón…) sino simplemente tomándolo en brazos y hablando con él. Todas las amistades se fraguan poco a poco; la intimidad no es cosa de un día. Y el campo emocional del niño todavía es muy reducido: de momento, sólo mamá y papá. No puedes pretender quede repente una persona extraña entre en su territorio privado, porque se sentiría invadido, y con justa razón.

El proceso debe ser gradual; después de que se haya acostumbrado a la presencia de la niñera puedes potenciar un acercamiento más próximo entre ambos, dejarlos solos durante una hora, después dos, tres, una mañana entera… y aprovechar para ir de compras o realizar alguna otra actividad de rutina.

¿Cómo debes incrementar el tiempo?

La reacción del niño será lo que vaya marcando la pauta. Si el primer intervalo sin mamá da buenos resultados, puedes avanzar un poco más; si lloró o se mostró intranquilo, deberás ser más prudente y retroceder un poco en la duración de la ausencia. Lo ideal es que, antes del «día D», bebé y niñera hayan pasado con éxito la prueba de fuego. Es decir, permanecer juntos un tiempo de similar duración al de la jornada laboral de la madre. Será, desde luego, un excelente preámbulo que garantizará tu tranquilidad cuando te reincorpores al trabajo.

Felipe Salinas

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