Padres e hijos

¡Qué rico huele!

Detecta, procesa, usa y memoriza. A través de su fino olfato se comunica y aprende.

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Detecta, procesa, usa y memoriza. A través de su fino olfato se comunica y aprende.

El olfato para un bebé es intensidad, conocimiento, supervivencia; a través de su naricita experimenta su pequeña vida y está al tanto de todo lo que le rodea.

 

Un sentido presente mucho antes del alumbramiento. Las ecografías ponen de relieve el leve movimiento de nariz del nene cuando su mamá huele algo dulce o intenso. Antes de que nazca, detecta olores que, de ella, le llegan a su mundo líquido; le reporta información al cerebro y éste lo guarda en recuerdos. Empieza a oler alrededor de los seis meses de gestación (antes, los bebés tienen un tapón temporal de tejido en las cavidades nasales que luego se deshace).

 

Qúe bien huele mami

 

Tu olor lo relaja, le da confort, seguridad y amor. Pero también el de papá, sus juguetes y todo aquello que le resulta familiar. Fuera de este círculo, sus aromas preferidos son la leche materna, las frutas, las flores, dulces, como la miel, y algunas esencias, como la vainilla y la canela. Entre los que le hace gestos están el humo del tabaco, productos de limpieza, alcohol y olores intensos y artificiales, como algunos perfumes; incluso, pudiera irritarse o llorar si estuvieran muy cerca. Esto se debe a que su finísimo olfato sobreestimula el sistema nervioso.

 

¿Cómo funciona?

 

Un recién nacido se instala fuera del útero materno a través del olfato. Hasta los cinco meses, es perito en detectar y diferenciar una tonalidad de olores: los dulces desplazan a los amargos y salados porque aquéllos le recuerdan el sabor del líquido amniótico y la leche materna; por ende, a mamá. Es un hecho que una cuota significativa del conocimiento temprano del nene tiene como base lo que huele.

 

Las investigaciones muestran que los neonatos distinguen su propio aroma amniótico del de otros, y los pequeños de sólo unos cuantos días de nacidos perciben el olor del seno o la axila de su madre, incluso a tres metros. Conforme pasa el tiempo, los chiquitos también reconocen a papá de este modo, pero mamá tiene ventaja. Literalmente está cubierta de muchos de los mismos olores que el pequeño registró en su recién dejado hogar líquido: sudor, saliva, calostro, leche materna y, particularmente, en las ricas secreciones de las glándulas que lubrican sus pezones y areolas, por lo que, si se les diera a elegir, las criaturas preferirían mamar del seno de su madre cuando ella no se ha bañado.

 

Es posible sacar ganancia del impresionante olfato del bebé y su manifiesta preferencia por aromas familiares. La próxima vez que tenga pesadillas, amarra tu blusa sin lavar a la cuna (lejos de su cara), funciona en ocho de cada diez bebés.

 

Fortalece su olfato

 

1. Acerca la nariz de tu bebé a unas flores frescas. Que toque los suaves pétalos y perciba el aroma sutil de claveles y rosas.

 

2. Haz pequeñas bolas de algodón y rocíalas con aromas dulces, de especias, esencias, hierbas aromáticas. tu perfume. Desfila uno por uno cerca de su naricita. Primero observa su reacción: sonrisas, llanto, caritas, atracción, rechazo. Explícale que son para que su mapa se extienda.

 

3. Aplícale esencias, aceites, lociones, perfumes. Tu chiquillo asociará el olor con bienestar  y cariño.

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