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Primeras prohibiciones

Todo le llama la atención y no tiene noción del peligro. ¿Conclusión? Hay que estar todo el día detrás de él para evitar accidentes.

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Todo le llama la atención y no tiene noción del peligro. ¿Conclusión? Hay que estar todo el día detrás de él para evitar accidentes.

¿Cómo decir que no?

La lista de cosas peligrosas o inadecuadas que se le pueden ocurrir a un niño de un año es tan larga como los minutos que anda por ahí correteando. El universo de posibilidades a cada paso es ilimitado. Así tenemos que explicarles que hay cosas que no se pueden hacer:

1. Dar información adecuada y precisa. «Si metemos los dedos en los cajones o entre las puertas y cerramos, los deditos de machucan», (lo puedes ilustrar con una zanahoria, que aunque resulta un poco impactante, cuando el pequeño ya ha tenido algún accidentes, funciona).

2. Enseñarle a hacer las cosas bien. Subir y bajar a gatas el escalón, bajarse de la cama (con la pancita apoyada en el colchón y deslizando los pies hacia abajo), empujar la puertas suavemente, cerrar los cajones con las manitas en el tirador? son algunas acciones que puedes ensayar con él.

3. Modificar el espacio. El que amerita la ocasión?Todavía es pequeño para eludir según qué tentaciones y por ese motivo es mejor que retires de su vista (o que camufles convenientemente) todo aquello que puedas anticipar como un futuro «no toques eso» (desde objetos de porcelana hasta aparato eléctricos o medicinas. También es el momento de proteger los espacios (venden cierres para cajones y tapas de inodoro, topes para las ventanas, protectores para enchufes).

4. Distracción. A veces es necesario llevar a cabo un «cambio de escenario». No se trata de un castigo y por tanto no debes enfadarte ni plantearlo como tal («nos vamos al parque porque no paras de tocar la computadora de papá»), sino de un cambio de aires que ayude al pequeño a interesarse por otras cosas más adecuadas («vamos a dar una vueltecita hacia la fuente y nos mojamos las manitas, ¿quieres?»).

5. No hay que castigarlo, regañarlo ni poner el grito en el cielo. Tus reacciones desproporcionadas pueden ser entendidas como un juego, lo que le animará a repetir ciertas acciones una y otra vez. Cuando sea necesario, hay que hablarle con tranquilidad, paciencia, cariño y firmeza.