Padres e hijos

¿Cómo criar, cuidar y proteger a tu hijo entre tanta violencia?

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Estamos viviendo tiempos marcados por la violencia, tanto a nivel mundial como local. Violencia que no respeta nada y cuya sombra se extiende sobre todos por igual, por lo que es imposible no pensar en nuestros niños y en cómo protegerlos. Y justamente es lo que te invitamos a descubrir.

Una de las acepciones de infundir es “causar en el ánimo un impulso moral o afectivo”; justamente, al no poder protegerlos desde lo externo con un escudo, la idea es fortalecerlos internamente.

Quizá nuestra percepción sea que la violencia se ha incrementado en años recientes; pero si nos detenemos a pensarlo, hemos escuchado de muerte y destrucción a través de crímenes, guerras, masacres, hambrunas, etc. desde siempre, pues el ser humano es así.

En nuestra naturaleza está la creación y la destrucción. No obstante, es nuestro deber proteger a los más vulnerables; o en todo caso, ayudarlos a procesar la exposición a la violencia cuando no podemos evitarla.

Una de las primeras áreas que se ve afectada ante sucesos violentos es el sentido de seguridad interno. Tanto adultos como niños pueden sentirse desolados, con una aflicción que se traduce en angustia. ¿Qué podemos hacer cuando no es posible evitar que nuestros niños se enteren o hasta padezcan las consecuencias de actos violentos que afecten nuestra ciudad, colonia, familia o comunidad? Infundirles seguridad.

¿Cómo?

  1. Recordemos que lo más importante siempre será reconocer y poner en palabras aquello que nos causa malestar; pues hablar de las cosas que nos hacen sufrir nos ayuda a “digerirlas” y que nos hagan menos daño. Además, esto requiere tiempo y a veces lo que necesitamos es detenernos para asimilar la experiencia.
  2. También es importante llevar a nuestros hijos a reflexionar sobre los actos violentos, sobre su posible origen y propósito. Claro que habrá que usar un lenguaje y tal vez metáforas adecuadas para su edad, que permitan expresar que no está bien eso que ha sucedido, pues callar lleva a conceder y eso legitima la violencia.
  3. Para algunas personas, es preferible negar lo que ha pasado o restarle importancia, pero no es recomendable. Los niños son perspicaces e intuitivos y casi siempre se dan cuenta de que algo grave ha ocurrido. Si no lo hablamos con ellos, les negamos la oportunidad de confirmar que su percepción era correcta y de tratar de entender, lo cual puede ser fuente de afectaciones psicológicas posteriormente.
  4. Si en definitiva sentimos que no podemos hablar del tema con los niños, podemos pedir ayuda a algún familiar cercano y suficientemente sensible o bien, acudir con un psicoterapeuta calificado. No tenemos que ser superhéroes.
  5. Tener presente que aún cuando los eventos nos sobrepasen, siempre habrá algo que podamos hacer para compensar, reparar, subsanar o mejorar la situación.
  6. Eso nos conduce a tomar una actitud resiliente. Desde la perspectiva psicoanalítica, la resiliencia se puede entender como la capacidad de superar la adversidad y salir fortalecido/a de ella. En el caso de sucesos violentos, puede ayudar a recuperar la sensación de bienestar el hacer un repaso de aquello que sí tenemos, de lo que no hemos perdido, lo que puede continuar.
  7. El apapacho siempre brinda consuelo. Si nuestro hijo nos pide abrazo, cercanía física, “piojito”, etc., es porque los necesita y darlos también puede resultarnos reconfortante.

Si después de un evento violento observas conductas raras en tu hijo,
necesitarás buscar ayuda profesional.

Patricia Osuna @PatriciaOsunaPsicoanalista

FOTO GETTY IMAGES

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