Errores que debes evitar en tu relación con el maestro de tu hijo
¿Cómo sueles relacionarte con los maestros de tu hijo? El tipo de relación que lleves con esa persona, como te refieras a él, lo que digas de él… es relevante para tu hijo. Pero ocurre que, a veces, algunos padres descalifican a los maestros con frases como «tu maestro no sabe».
Recuerda que los maestros son un aliado en la educación de tu hijo, por tanto, es necesario que tú le des este rol no solo frente a tu hijo, sino en la manera como te relacionas con él.
Los maestros son un personaje importante en el desarrollo de tu niño, en su educación. Además de ser una fuente de conocimiento, son figuras que los niños admiran fuera de casa, son un ejemplo también y como tal, personajes a los que llegan a querer mucho. Por ello, es importante que evites algunos cuantos errores que pueden llevarte a generar una relación y un trato equívoco con este personaje en la vida de tu pequeño.
- Callarte si no estás de acuerdo. Es tu hijo y, por lo tanto, es importante que te involucres en todos los aspectos de su educación. Si en algo no estás de acuerdo, tienes derecho a expresarlo, y pedir que lo respeten si no coinciden con las de los docentes. Su educación es cosa de todos.
- Criticarlo sin argumentos. Su profesor no es tu enemigo y sí tu aliado, con todos sus defectos. Necesitas coordinarte, acercar posturas. Pedirle una tutoría, dialogar con él, inmiscuirte en las actividades del colegio, descubrir lo que sí le está aportando a nuestro hijo…, todo eso te será de mucha más utilidad que la crítica estéril.
- Creer que él es el origen de tus males, o la solución. Si te comportas con él con respeto, tu hijo aprenderá a relacionarse de igual forma. Es normal que al principio lo idolatre, pero con el tiempo la relación se irá normalizando. Si le tiene miedo, también le ayudará verte establecer con él una relación honesta y cercana.
- Desacreditarlo. Si castiga a tu hijo y no estás de acuerdo, nunca debes mostrarlo delante del pequeño. Apoya la acción del profesor y después habla con él para escuchar sus razones, comprenderlas o, en caso contrario, pedirle que retire el castigo. Busca una solución conjunta al problema. Uno no puede desautorizar lo que el otro dice delante del niño, porque de ese modo no sólo pierde autoridad uno, también la pierde el otro. Al final el niño acaba por no hacer caso a ninguno.