No quiere ir a la guardería
Es un clásico: muchos niños lloran en la puerta de la guardería. ¿Tan mal la pasan?
Es un clásico: muchos niños lloran en la puerta de la guardería. ¿Tan mal la pasan?
No todos los pequeños viven la guardería de la misma manera. Algunos asimilan su vida en «la escuela» sin mayor problema y a otros les cuesta más.Son varias las causas que hacen que el proceso sea a veces difícil: desde un temperamento muy sensible a los cambios hasta la revolución que supone pasar de ser el rey de la casa a tener que compartir con otros veinte niños la atención de una educadora. Incluso hay veces que el problema está en los padres: les cuesta «soltar» a su hijo.
Las crisis son inevitables en la vida, tanto en la de los niños como en la nuestra. es bueno y necesario estar pendientes de lo que les ocurre a los hijos, pero tienen derecho a que les permitamos pasar y superar sus propias crisis: es necesario para crecer, madurar y fortalecerse. Para algunos es un trance difícil pero positivo. Sin embargo, si los padres notan que el niño está realmente mal y la situación perdura, no hay mayor inconveniente en que la escolarización se retrase unos meses o incluso uno o dos años.
Pero es importante diferenciar los malestares normales, pasajeros y superables de aquellos más serios que sugiere investigar el problema o dejar la guardería para más adelante. Te ayudamos a distinguirlos:
Está callado y triste
Los pequeñines suelen hablar espontáneamente de sus experiencias y de las cosas que les pasan, para bien o para mal. Pero hay veces que a los padres les preocupa que su hijo guarde un celoso hermetismo sobre las horas que pasa en la guardería. Hay niños más reservados que prefieren no pregonar esa experiencia tan personal. Si es este el caso, es mejor no atosigarlos con interrogatorios, darles tiempo, mantener el oído despierto e informarse con el personal de la estancia infantil. Si los ves normales y alegres, no hay nada que temer: seguro que todo va bien.
Dice que le duele la cabeza, el estómago…
Es lo que normalmente se llama «somatizar», que es cuando un estado anímico provoca síntomas corporales: dolores de estómago o de cabeza, diarreas… La tensión que produce en algunos niños la guardería (sobre todo al comienzo) puede provocar estos síntomas de un modo pasajero. Sin embargo, si se prolongan más de dos semanas, hay que empezar a preocuparse, consultar al pediatra, pensar que ir a la estancia infantil está desbordando las posibilidades del niño e indagar las causas.
Rechaza comer en la escuela
A algunos pequeñines les cuesta más adaptarse a las comidas con las que no están familiarizados, aunque generalmente por imitación a sus compañeros acaban aceptando los platos que les pongan en la mesa. También ocurre algunas veces que, al rechazar la comida de la guardería, el niño está haciendo eco de los recelos de sus padres, que pueden desconfiar de la atención que recibe su hijo en la escuela y de la calidad de los alimentos que ahí le ofrecen.
Duerme mal
No es nada raro que se den estas alteraciones del sueño, que normalmente son pasajeras. Lo que hay que hacer es mantener los horarios y rutinas. Un niño, que pone resistencia para irse a la cama, puede ser que quiera compensar el tiempo que no pasa con sus padres. No obstante es importante mantener su horario de dormir, sobre todo porque necesita más que nunca descansar. Eso sí, un ratito de mimos y el ritual de buenas noches le resultará reconfortante. Pero si pasan meses y no se normaliza, habrá que consultar al especialista.