La placenta: pulmón del bebé
La placenta alimenta y oxigena al feto, también lo protege de las infecciones y las sustancias dañinas.
La placenta alimenta y oxigena al feto, también lo protege de las infecciones y las sustancias dañinas.
La placenta es el pulmón del bebé en su vida intrauterina. Se forma a partir de las mismas células que el embrión y se implanta en la pared interna del útero en las primeras semanas de embarazo.
Este órgano, por un lado, se conecta con el sistema circulatorio de la madre permitiendo el intercambio de nutrientes y oxígeno. Por otro, se conecta con el torrente sanguíneo del bebé, para llevar los desechos a la sangre de la madre, que luego los elimina a través de sus riñones.
La placenta cumple otras funciones muy importantes durante el embarazo. Produce hormonas que contribuyen a iniciar el parto y también protege al feto de infecciones, así como del paso de sustancias nocivas, aunque no es impermeable a todo y hay algunos virus (rubéola, varicela) y sustancias tóxicas (nicotina, drogas, alcohol) que sí pueden atravesarla y dañar al feto.
Es fuente de vitaminas
La placenta crece y se desarrolla a la par que el bebé durante todo el embarazo. Al final mide unos 18-20 cm, tiene un espesor de unos 2-3 cm y un peso de medio kilo aproximadamente.
En ella se acumulan a lo largo de todo el embarazo gran cantidad de vitaminas y minerales, además contiene una importante hormona llamada lactógeno placentario que estimula la producción de leche materna. Actualmente se utiliza sobre todo con fines cosméticos para la piel y el cabello, pero cada vez se descubren más aplicaciones en las sustancias que se extraen de la placenta.
Expulsión tras el parto
Una vez que la madre ha dado a luz al bebé, la placenta ha cumplido su tarea y se desprende del útero. Pueden pasar entre 5 y 60 minutos hasta que se expulsan, mediante contracciones, la placenta y los anexos fetales, es decir, el resto del cordón umbilical y las membranas que han envuelto al feto durante la gestación.
Si la placenta tarda en salir, el médico puede masajear firmemente el abdomen (masaje uterino) para que se contraiga.
El órgano se examina para comprobar que está intacto y completo (si quedara algún fragmento en el útero, se extrae para evitar hemorragias e infecciones). En casos muy concretos, por ejemplo, si el recién nacido tiene alguna complicación, se envía al laboratorio para ayudar a identificar la causa del problema.