Padres e hijos

Libertad para aprender y equivocarse

Llegó el momento de dejarlo explorar el mundo, aquí te decimos cómo ayudarlo a ser un niño grande.

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Llegó el momento de dejarlo explorar el mundo, aquí te decimos cómo ayudarlo a ser un niño grande.

¡Ay, tu pequeño ya es un niño grande! Y hacerse mayor es algo que va acompañado de una gran dosis de necesidad de independencia. Y así tiene que ser, porque sin esta motivación natural para ir conquistando cada día más sus espacios («mamá, vamos a cerrar la puerta de mi cuarto para jugar mejor, ¿sale?»), sus objetos («yo elijo los zapatos») y sus relaciones («no quiero ir a casa de la abuela»), no habría desarrollo posible.

 

Límites, no limitaciones

 

En ocasiones, les negamos a nuestros hijos la posibilidad de hacer ciertas cosas por sí mismos porque no nos viene bien a nosotros. Las prisas para cumplir los horarios (muchos padres visten a sus niños, ya mayorcitos, por las mañanas porque si no lo hicieran no llegarían a la escuela), el temor de que se hagan daño o una excesiva preocupación por dirigir sus asuntos (presiones académicas o del entorno), éstas son actitudes habituales en los padres contemporáneos. Pero con ese afán de protección, sin darse cuenta, papá y mamá están impidiendo que los chicos desarrollen esa autonomía que, por otro lado, sabes que es tan deseable. De hecho, uno espera que los pequeños hagan ciertas cosas de forma independiente (como dormirse o jugar solos), pero, al mismo tiempo, les ponemos trabas cuando ellos lo único que demuestran es cierta iniciativa («quiero ponerle yo la pasta de dientes a mi cepillo», «¿Me dejas apretar el botón del elevador, mami?»).

 

Libertad  para aprender y equivocarse

 

Para aprender hay que cometer algunos errores. No podemos pretender que crezcan sin equivocarse. Por eso es importante que pensemos si en casa vemos los desaciertos de los niños como algo natural o como algo que se desee evitar, e incluso, castigar.
Aún con todo, los pequeño crecen siempre en relación con los demás y con su entorno, por lo que también es natural que seamos papá y mamá los que valoremos cuándo es el mejor momento para ir «soltándole hilo al papalote», y a través de nuestras respuestas («creo que todavía no es el momento para hacer esto o aquello», o «adelante, inténtalo tú solito»), atender las necesidades de nuestros hijos al tiempo que los guías de la mejor manera posible. Comprender la importancia de la libertad en la vida del niño, y la mejor manera de combinarla con unos límites adecuados, es el secreto de una buena educación.

 

Si nos encontramos en el último supuesto, es probable que les estés dejando poco margen de maniobra; es decir, que los estés privando de la libertad de hacer ciertas cosas por sí mismos para que no se equivoquen (no permitir que se peinen o que pasen una tarde en casa de su amiga). Sin embargo, si somos capaces de aceptar que vayan avanzando según sus deseos y que experimenten las consecuencias de sus «metidas de pata», les estamos proporcionando unos márgenes (o límites) que estimulan su aprendizaje y su desarrollo («Betza, pon el cereal en tu plato, si se cae alguno, no pasa nada, lo recoges y listo»).

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