Padres e hijos

Llora por nada

Cómo actuar cuando empieza con ese lloriqueo incansable que te llega a desesperar. ¡Toma nota!

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Cómo actuar cuando empieza con ese lloriqueo incansable que te llega a desesperar. ¡Toma nota!

Ana, de tres años y medio, está con Diana, su madre, en el supermercado. Mete en el carro las cosas que esta le da, espera pacientemente el turno y hace cola en la caja. Se está portando súper. Pero algo va a cambiar. Ana ve unos dulces y los quiere. Mamá le contesta que no, ella vuelve a insistir, su madre no cede… y empieza el número preferido de la pequeña: los largos e interminables pucheros.

 

El comportamiento de la niña es común en muchos niños de su edad. Porque aunque ya va pasando poco a poco la terrible época de las rabietas, que suele tener su máximo apogeo hacia los dos años, la «lucha» no ha terminado. Parece que ahora controlan mejor su comportamiento, y de hecho empiezan a conocer las normas y distinguir las conductas deseables de las indeseables.

 

Pero eso no quiere decir que de la noche a la mañana se conviertan en los niños más obedientes del planeta. Sobre todo porque han descubierto otra fórmula que funciona: el lloriqueo continuo y sin fuerza, la mayor tortura jamás inventada. Ese que no sólo desquicia a papá y mamá, sino que también les sirve para salirse con la suya. ¿Qué hacer para combatirlo sin morir en el intento?

 

Las cinco C

 

CLARO. Explicar lo que queremos con palabras adecuadas a su edad.

 

CONCISO. Ser breves, no extendernos con explicaciones largas que terminen por aburrirlo y, al final, por ignorarnos.

 

CONCRETO. Corregir únicamente el comportamiento que creemos que no es correcto, siendo precisos y específicos.

 

CONSENSO. Que todos los adultos a cargo del niño se pongan de acuerdo en cómo, cuándo y por qué se debe corregir determinada conducta.

 

CARIÑO. Bajar a su nivel, buscar sus ojos y hablarle desde el respeto y el cariño.

 

Los cinco no

 

REPRENDERLO. Recordarle conductas que suele hacer mal cuando está llorando: «Siempre estás igual, nunca me haces caso, eres incorregible». El refuerzo positivo (recordarle lo que ha hecho bien) siempre es más efectivo que lo negativo.

 

IGNORARLO. Si seguimos haciendo nuestras cosas (cocinar, leer el periódico, vestir al hermano pequeño…) sin hacerle caso y bajar la vista hacia él, el lloriqueo se recrudecerá.

 

COMPARAR LO QUE QUIERE. Un caramelo, por ejemplo con lo que debería querer (verduras). Hay que intentar que sea él quien escoja o crea escoger lo que desea.

 

CEDER. Si lo haces (le compras el caramelo, dejas que no se bañe, permites que siga viendo la tele el tiempo que quiera…), repetirá esta técnica hasta el infinito.

 

OLVIDAR. Borrar de tu memoria el asunto cuando haya pasado. El desarrollo del niño es un aprendizaje constante y es necesario explicarle qué se debe hacer y qué no y por qué.

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